Durante las dos últimas semanas he seguido, o intuido, porque mi atención era escasa los programas de media horita de casting de operación triunfo. Jovenzuelos con afán de ser estrellas pasan horas en una cola, para que después de soltar un par de líneas de cualquier cancioncilla, ser mandados a casa con el "Puede irse, pero muchas gracias". El año pasado este previo fue mucho más divertido que el propio programa, pero claro, segundas partes nunca fueron buenas, y hasta aquí llega el ansía de hacerse notar, de marcar diferencias, de 'engañar' a la organización para poder pasar a la siguiente fase y escalar, trepar.
He perdido la cuenta de las personas que están allí para darle una despedida musical a ese familiar recientemente fallecido... y no lo niego, sino que este abuso de chantajismo emocional canta bastante, mejor incluso que el propio manipulador, pero bueno, la organización cuyo corazón es negro y duro como una piedra no cae a sensiblerías. O que su vida es la música, duermen, comen, sueñan solo por la música.
Así con esto, resulta que los frikis, especimenes y demás seres de otro mundo que aparecían en el programa a dar el cante, nunca mejor dicho, y provocar las risas de los espectadores, han quedado reducidos a la mínima expresión.
Y todo para que, de todas las ediciones anteriores, sin contar la primera claro, a ver si alguien es capaz de listar media docena de ‘triunfitos’ (lo de músicos o cantantes no se lo han ganado todavía) que hayan conseguido mantenerse más de dos semanas en cualquier lista y que su vida artística haya durado más que la propia edición del OT al que se presento.